El cachondeo de los medicamentos
Esta semana nos anunciaban que un medicamento contra la diabetes aumenta el riesgo de infarto. ¡Vaya faena!. Pues hoy las cosas han cambiado y va a ser que no. Ahora la Unión Europea dice que no es para tanto, que no hay que alarmarse.
¿En qué quedamos, oiga? ¿Tendrá algo que ver la caída de las acciones del laboratorio fabricante un 7'5% en Bolsa al día siguiente de la noticia?
Estados Unidos y la Unión Europea no se ponen de acuerdo mientras los enfermos de diabetes no saben a quien creer. ¿Se sienten protegidos por el baile informativo? No parece probable, ¿no? Lo digo porque el problema de fondo es la represión de la libertad de información al paciente disfrazada de protección del enfermo (por su bien, Manuel Lora dixit).
El artículo 88 de la Directiva 2001/83/CE establece la prohibición por parte de los Estados miembros de la publicidad destinada al público de los medicamentos para aquellos productos que deban dispensarse por prescripción facultativa, los que contengan sustancias psicotrópicas o estupefacientes o los empleados en el tratamiento de un cierto número de enfermedades que se indican en el citado artículo.
Como explica Raquel Merino en el estudio del Instituto Juan de Mariana En defensa de la Información del Paciente:
Esta prohibición en la Unión Europea, que está vigente en la mayoría de los países, con las excepciones de EEUU o Nueva Zelanda, vulnera claramente el derecho a la recepción de información veraz por parte de los ciudadanos.
Y sigue:
el verdadero objetivo de los países europeos al aprobar esta directiva no es el de prestar a sus ciudadanos información no sesgada sobre las cualidades terapéuticas y las contraindicaciones de los productos farmacéuticos, sino el de disminuir el creciente gasto público que soporta Europa, especialmente acuciante por el envejecimiento de la población.
Vamos que la cosa hace aguas y el pato lo pagan los enfermos a quienes, para protegerles y garantizarles lo que no pueden garantizar, se les quita otra libertad más.
Que se cachondeen de mi persona, que jueguen con mi voto y despilfarren mi dinero está muy feo, pero jugar con los enfermos, con el sector más vulnerable y débil de la población es de una cobardía obscena.
¿En qué quedamos, oiga? ¿Tendrá algo que ver la caída de las acciones del laboratorio fabricante un 7'5% en Bolsa al día siguiente de la noticia?
Estados Unidos y la Unión Europea no se ponen de acuerdo mientras los enfermos de diabetes no saben a quien creer. ¿Se sienten protegidos por el baile informativo? No parece probable, ¿no? Lo digo porque el problema de fondo es la represión de la libertad de información al paciente disfrazada de protección del enfermo (por su bien, Manuel Lora dixit).
El artículo 88 de la Directiva 2001/83/CE establece la prohibición por parte de los Estados miembros de la publicidad destinada al público de los medicamentos para aquellos productos que deban dispensarse por prescripción facultativa, los que contengan sustancias psicotrópicas o estupefacientes o los empleados en el tratamiento de un cierto número de enfermedades que se indican en el citado artículo.
Como explica Raquel Merino en el estudio del Instituto Juan de Mariana En defensa de la Información del Paciente:
Esta prohibición en la Unión Europea, que está vigente en la mayoría de los países, con las excepciones de EEUU o Nueva Zelanda, vulnera claramente el derecho a la recepción de información veraz por parte de los ciudadanos.
Y sigue:
el verdadero objetivo de los países europeos al aprobar esta directiva no es el de prestar a sus ciudadanos información no sesgada sobre las cualidades terapéuticas y las contraindicaciones de los productos farmacéuticos, sino el de disminuir el creciente gasto público que soporta Europa, especialmente acuciante por el envejecimiento de la población.
Vamos que la cosa hace aguas y el pato lo pagan los enfermos a quienes, para protegerles y garantizarles lo que no pueden garantizar, se les quita otra libertad más.
Que se cachondeen de mi persona, que jueguen con mi voto y despilfarren mi dinero está muy feo, pero jugar con los enfermos, con el sector más vulnerable y débil de la población es de una cobardía obscena.
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