Los hermanos Pinzones vuelven a ser unos marineros.
Sólo que esta vez a ritmo de hip-hop. Ya nada es lo que era y el lenguaje de los raperos tampoco. No nos va a quedar más que el reggaeton para decir barbaridades... eso mientras no se infiltre el humillo de la corrección política y nos lo quite también. Y todo por culpa del cómico, showman y presentador americano, Don Imus, quien hace unas semanas se extralimitó en sus comentarios hacia las jugadoras de baloncesto de la Universidad de Rutgers. El hombre hizo la "gracia" de llamarlas con una expresión habitual de los propios hermanos afroamericanos de tono oscuro en sus canciones. No puedo traducirlo con exactitud, háganse una idea: "nappy-headed ho's". Sí les adelanto que ho, es una abreviatura de whore, y nappy-headed hace referencia al modo en que llevan arreglado el cabello ensortijado las mujeres. Se le tiraron todos a la yugular. Le exigieron disculpas en público, las dio y, además, le echaron.
Los defensores de Imus restregaron por las narices de los ofendidos que el término empleado era uno de los habituales (y no el más fuerte) de las canciones de raperos, hiphoperos y demás culturetas de color tostado intenso americanos. Y que formaba parte de la libertad de expresión que defiende la primera enmienda. Y que racismo era que las mujeres afroamericanas de color café-con-leche-más-o-menos-largo-de-café declararan que ese tipo de barbaridades no se les permitía a los blanquitos simplemente por ser blanquitos.
Así que los gurús de la cultura rapera han decidido llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias y han decidido hacer campaña por el "lenguaje limpio". De repente, las virtudes del hip-hop a las que aludían cuando se denunciaba el lenguaje obsceno y ofensivo se han esfumado. Antes era una tabla de salvación para los chavales de los barrios marginales de las grandes ciudades quienes descargaban la frustración y la violencia en las canciones. Ya no. No sirve más para eso.
Desde luego que tanto derecho a expresarse libremente tiene Don Imus como las chicas de Rutgers, y el dueño de la cadena está en su derecho de echar al tipo si le parece conveniente. Tampoco veo problema en que un ejecutivo de una discográfica dedicada al hip hop decida no trabajar con raperos que no respeten el lenguaje. Allá cada cual. Como dice Paco Capella en el capítulo Libertad de su proyecto InteLib: El aprendizaje es más intenso y efectivo cuando uno puede practicar por sí mismo, dirigiendo su propia conducta y observando los resultados, y especialmente sufriendo los daños o costes y disfrutando de los resultados positivos o beneficios (la sensibilidad y las emociones dirigen la conducta hacia la adaptación evolutiva).
Pero todo este asunto ha traído a colación el polémico tema de la libertad de expresión y el lenguaje del odio. ¿Debe limitarse la libertad de expresión cuando causa un daño (el Harm Principle de John Stuart Mill)? Es complicado señalar qué daño que se determine objetivamente puede causar el lenguaje. Debería tratarse de aquel que atenta contra la propiedad y libertad de otros, la amenaza, tal vez.
¿Hay que limitarla cuándo el lenguaje es ofensivo? La ofensa es subjetiva, uno se siente ofendido o no, y debería ser capaz de reaccionar a la ofensa sin tener que recurrir al Estado, sin pedirle al Estado que legisle la intención de los demás. Y ese es el camino por el que discurren nuestras occidentales vidas: el lenguaje machista, racista, violento... está siendo demonizado hasta extremos absurdos, dando pié a todo tipo de intromisiones estatales, declaraciones de dictadoras feminazis, de popes de la peor progresía, siempre dispuestos a regular la moral, a decir qué hay que hacer, a atentar contra la libertad.
Es el individuo ofendido el que se defiende. En el caso de Imus, las asociaciones de periodistas negros (¡uy!, se me ha escapado) han presionado y han conseguido que le echen. Medirá sus palabras a partir de ahora.
Y pensándolo bien... ¿deberíamos decir a partir de ahora Mar Afroamericano?
4 comments:
Cuando dice:"las asociaciones de periodistas negros (¡uy!, se me ha escapado) han presionado y han conseguido que le echen. Medirá sus palabras a partir de ahora.
Y pensándolo bien... ¿deberíamos decir a partir de ahora Mar Afroamericano?". Me ha recordado usted a la discusión que, hace unos meses, tuve con un profesor que hablando de multiculturalismo, integración, etcétera. No hacía más que poner ejemplos de los EEUU, pero no como modelo a imitar, sino como objeto de crítica. Ante la reiteración del argumento, opté por expresar mi opinión -a sabiendas de la reacción que podía tener- y le comenté que el grado de integración en la sociedad estadounidense era muy superior a la de los países que integran la U.E. y puse como ejemplo el que allí (en los EEUU) hay personas de raza negra que optan a poder presidir la Unión (el demócrata Obaba), lo que denota la igualdad real existente entre todos los indivíduos, a diferencia de lo que ocurre en Europa, donde coexisten los distintos grupos sociales separados sin retroalimentarse, hasta que surge el conflicto (véase disturbios en París, por poner un ejemplo). Argumenté mi posición e inmediatamente me contestó diciéndome que el lenguaje nos perdía a muchos y que no se puede hablar de personas de raza o color negro. A lo cual yo le dije que la utilización de este lenguaje era meramente descriptiva (si una persona es de color negro, es de color negro; si es de color blanco, pues blanco), pero no se quedó conforme. Es más le dije, entonces como llamo al grupo de personas que tienen esa característica ¿Afroamericanos?. A lo cual me contestó que no, que era lo mismo y también estaba mal. Sus comentarios tendieron a insinuar que era un poco racistar (cuando yo pienso que todas las personas deben ser iguales ante la ley y disponer de las mismas oportunidades para labrarse su futuro), y todo por utilizar un lenguaje descriptivo para apuntar a un grupo humano con una característica común. Le di vueltas y vueltas a la cabeza pensando cómo querría ese hombre que me refiriese al grupo de personas en cuestión. Todavía me lo sigo preguntando. Por cierto, para más inri, el profesor era sociólogo.
Por otra parte, su artículo me ha recordado a la noticia que apareció en algunos medios, hace unas semanas, entorno al proyecto de extender la Alianza de Civilizaciones por todo el mundo a ritmo de rap...¿tendrán algo que ver?
Un saludo.
Para mi está muy claro dónde acaba la libertad de expresión.
Puedes llamarle lo que quieras a quien quieras mientras no le imputes un delito o crimen a sabiendas de que no lo ha cometido. Mentiroso, capullo, hijo de puta... todo depende de quién lo llama y en muchas ocasiónes puede ser que nos estemos enfrentando a un verdadero cabrón, pero tu libertad de expresión acaba si llamas a alguien asesino, ladrón o pederasta y resulta no serlo.
Bloguero Calzaillero... hay que tener más vista... no se puede hablar con cualquier profesor, ¡y menos si es sociólogo, por Dios! :)
Lo que describes es el absurdo de los absurdos, y por otro lado, es común. Yo le pregunté una vez a un negro y me dijo "llámame como quieras, pero con respeto, en realidad soy negro".
Completamente de acuerdo, Snipfer.
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