Rodríguez , el Vanidoso

El otro día viendo el debate, había algo que me llamaba la atención de José Luis, el presidente. Después de una semana con esa mosca detrás de mi oreja, Enrique Rojas me da la respuesta. Nuestro presidente rezuma vacuidad.

Ayer, en el acto de Rompe con Zapatero (aunque, como me decía un amigo, yo nunca tuve relación con él, así que no había nada que romper), José Luis Balbás, quien se presentó como hacedor del éxito de Zapatero y, a pesar de eso, levantó a la gente de sus asientos y provocó que rompieran en aplausos, decía que Zapatero no tiene proyecto nacional, ni ideología, y que eso explica que haya traicionado a todo el que se le ha arrimado. No cree en nada, señores, está hueco como un buñuelo de viento.

Dice Rojas,

La palabra vanidad procede del latín vanitas,-tatis, que significa falto de sustancia, hueco, sin solidez. Se dice, también, de algunos frutos cuyo interior está vacío, en donde sólo hay apariencia. Mientras la soberbia es concéntrica, la vanidad es excéntrica. La primera tiene su centro de gravedad dentro, en los territorios más profundos de la arqueología íntima. La segunda es más periférica, se instala en los aledaños de la ciudadela exterior. La soberbia es subterránea. La vanidad está en la pleamar del comportamiento. En la soberbia uno tiene una enfermedad en el modo de estimarse uno a sí mismo, en una pasión que tiene sus raíces en los sótanos de la personalidad en donde brota el error por exceso de autonivel. En la vanidad la estimación exagerada procede de fuera y se acrecienta del elogio, la adulación, el halago, la coba más o menos afectada y obsequiosa que lleva a dilatar alguna faceta externa y que de verdad tiene un fondo falso, porque no contempla más que un segmento de la conducta.

Eso es lo que me llamaba la atención de ZP, eso es de lo que hablaba Balbás. Zapatero es un hombre enfermo y su enfermedad es la falsedad.