1 May 2008

Mujercitas... más allá.

Decía al final de mi anterior entrada que me decantaría por el tema que más me afectara actualmente para escribir mi comentario del Instituto Juan de Mariana. Mujercitas habla del feminismo totalitario. Eso es lo que más me preocupa. Por el calado que tiene. Hay cosas que se me quedaron en el tintero y que me gustaría matizar.

¿Por qué Camille Paglia y Wendy McElroy siendo mujeres pueden darse cuenta de la barbaridad que supone ese feminismo totalitario para la socieedad y las mujeres españolas no?

Cierto que para decir las cosas tan claras como Camille Paglia hay que ser honesta como ella: bisexual que defiende al hombre masculino frente a la versión metrosexual tan de moda; feminista contra la acción afirmativa; atea que respeta la religión; piensa que el jihadismo es un peligro real e inminente para Occidente y, a pesar de ser demócrata, no le gusta su partido.

Para McElroy, estas medidas hacen más mal que bien. En primer lugar, porque limitan la libertad al obligar al empresario a contratar a mujeres, arrebatándoles la capacidad de decidir sobre su propiedad. La libertad tiene riesgos. Toda elección entraña discriminación, eliminas una opción para quedarte con otra. Y cuando la elección del empresario no cuadra con los objetivos de los políticos, algo hay que hacer, aunque para ello haya que pisotear la libertad del empresario.
Tampoco el argumento de la justicia compensatoria es válido. No se trata de que aquel que inflija un daño lo repare, sino que las feministas totalitarias defienden que son los hombres descendientes de quienes siglos atrás no trataron a las mujeres de entonces como iguales ante la ley, quienes cargan con la responsabilidad de resarcir a las mujeres de hoy, incluso si ya existe la tan ansiada igualdad.

¿Por qué Thomas Sowell, economista negro, es mirado con perplejidad cuando denuncia el daño de las políticas afirmativas y de la discriminación positiva, que pretenden acabar con la discriminación y son tan dañinas para todos y los analistas españoles andan con la misma monserga todavía?
El economista Thomas Sowell, en el artículo The Grand Fallacy: Equating Male-Female Differences in Salary with Discrimination, publicado en el Capitalism Magazine apunta que las capacidades potenciales de diferentes grupos no tienen por qué ser iguales, y que incluso si lo fueran, cada uno de ellos podrían no tener interés en desarrollarlos completamente, o de la misma manera que otros. También explica Sowell que la discriminación positiva, tal y como sucedió con la discriminación racial, solamente va a servir para que se vea cuestionado el trabajo de cualquier mujer y para que, al exigirles menos para poder cumplir la cuota, se convierta en una profecía autocumplidora.

Las políticas del Instituto de la Mujer denigran al hombre porque le discriminan. Pero también denigran a la mujer. La atan a la cadena de la subvención, la hacen dependiente de Institutos y Observatorios de la Mujer, fondos europeos, nacionales, autonómicos, locales (solamente el Instituto de la Juventud concedió 82.500 euros a la Federación de Mujeres Jóvenes en el año 2007). Y lo que es peor, la hacen responsable de atentados contra la libertad de empresarios (hombres y mujeres), pretenden adoctrinarla en esa Nueva Mujer Ideal, asexuada, alejada de la maternidad responsable, que no está orgullosa de ser lo que es, una mujer, diferente de un hombre, de un cyborg, que no necesita un comité de sacerdotisas al servicio de los políticos que le digan qué hacer, cómo, con quién, a quién votar, qué anuncio ver, qué comer, cómo vestir o qué fantasía sexual es adecuada...

No son los hombres tienen que salvarnos de esta barbaridad, de esta manipulación y este atropello. Somos nosotras las que tenemos que parar los pies a quienes nos humillan de esta manera, haciéndonos sentir mujeres de segunda solamente porque no participamos de su mente totalitaria y soviética. No en vano recordaba en mi comentario las palabras de Marx y Engels en el Manifiesto Comunista cuando afirmaban:


9 comments:

Clandestino said...

Está claro que Camille Paglia y Wendy McElroy se identifican como personas por encima de su sexualidad. Ser mujer o ser hombre es la diferencia física. Ser persona es la igualdad en todo lo demás. Así sin más preámbulos ni historias.

Todas las personas somos iguales ante la ley y tenemos los mismos derechos ante nuestros semejantes. Tanto la imposición de la tiranía machista, como las exigencias feministas, impiden, esa presumida igualdad. La empujan fuera de la normalidad en la que se debe desarrollar y en la que, actualmente en España, la gran masa social la acepta, no como acto de justicia que obliga por ley, sino en la naturalidad del principio fundamental de la igualdad.

Es una trampa truculenta, hacer frente a la desigualdad, desde una perspectiva de lucha entre sexos, cuado esa igualdad, aunque se incumpla, es un derecho natural que asiste a todas las personas. Pero según con qué gobiernos, plantear la lucha desde la diferencia de género, les reporta privilegios sociales y políticos, que no obtienen haciéndolo desde su condición de personas, pero que en sí mismos rompen ese principio de igualdad, en detrimento del derecho del varón. Lo que convierte la injusticia del machismo, en injusticia legal del feminismo.

Anonymous said...

Me ha encantado este artículo Mary. Muy especialmente el último párrafo, que en mi opinión es el la clave de todo este asunto.

Nunca serás ministra, but look at you!

Peggy said...

Si muy buen post ,mientras sigan tratándonos como inimputables mentales , necesitadas de especial proteccion mental estaremos discriminadas .Y ahora el Estado ,que aunque existiendo una igualdad de derechos escritos, esta forzando situaciones desorbitadas y poco reales , imponiendo un modelo utópico y falso con las expectativas de la vida , mas le valía legislar y facilitar la conciliación de la vida laboral y familiar , que en el caso de las mujeres aun sigue siendo una asignatura pendiente .

Saludos .

Caballero ZP said...

Estoy con Clandestino, yo miro a las mujeres y los hombres como personas, el hacerlo de otra manera ya sea en un lado como en otro es un terrible error que siempre pasa factura.
Muy buena entrada Mary

Carlos López Díaz said...

Gran entrada. El ista-ista-ista dice que defiende a las mujeres, quieran o no quieran ellas. Es la misma historia de la "defensa" de los trabajadores, que luego tardan generaciones en recuperarse de tales políticas. Cuando alguien habla de defender a un colectivo, lo que dan ganas es de gritar "¡cuerpo a tierra!"

ECO said...

Algunas mujeres de nuestra época están enfermizamente obsesionadas con ser todo aquello menos lo que realmente son : mujeres. Es decir se niegan a aceptar, hasta el punto de a veces rechazarla, su condición de mujer, la cual no es ni mejor ni pero que la de hombre simplemente distinta.
larefineria.blogspot.com

Luis I. Gómez said...

A mí lo que me sienta magníficamente bien es leer este tipo de cosas de la pluma de una mujer. Es curioso comprobar cómo los más brillants textos anti-feminazis nacen en la cabeza de mujeres inteligentes, independientes... y avergonzadas (es como si a un campeón del mundo de los 100 metros lisos le pusiesen por ley una moto para correr). Y este tuyo (junto con lo del IJM), Mary, es de esos que se guardan.

Anonymous said...

Simplemente reconfortante.

Mary White said...

Muchas gracias.Es un tema que me preocupa y me enfada, entre otras cosas por las nuevas generaciones de mujeres que van a tener modelos de mujer bastante indefinidos y antinaturales.